(Giulio Santosuosso)
No le regale mangos.
Enséñele a sembrar mangos
y a cultivar la tierra para que
la cosecha sea abundante.
(...pero, por favor, sin enseñarle el deseo de
La pregunta
Agradezco mucho al Grupo Jirahara el haberme ofrecido la oportunidad de exponer en un evento tan significativo unas ideas que desde muchos años dan vueltas por mis redes cognitivas.
Creo que el hecho de que el grupo sea capaz de reunirse -invitando a ello unos espléndidos muchachos muestra fiel de nuestros más profundos valores- para reflexionar sobre el futuro en un momento de tanta confusión, y que en esa reflexión sea capaz de incluir el deseo de mirar un siglo adelante, demuesta de manera definitiva que todos los temas que tantos nos preocupan en la actualidad son en gran medida ruidos de la historia, y que Venezuela está destinada a un futuro radiante.
Considerando que la globalización es un hecho, nos parece oportuno ampliar el escenario y en lugar de intentar imaginar solamente a Venezuela, dar una visión de toda América Latina.
Por lo tanto, voy a reflexionar sobre las siguientes preguntas:
¿Adónde va América Látina?
¿De dónde viene América Látina?
¿Tiene sentido hablar de un desarrollo autóctono para América Látina?
Son preguntas que andan por mi cabeza desde cuando llegué a Venezuela en el lejano 1968, y que me han estado constantemente ayudando a intuir elementos escondidos en nuestra cotidianidad. En 1991 me atreví a poner orden en todas ellas en el libro Reinventar a Venezuela, una estrategia para el siglo XXI basada en el desarrollo personal (Ed. Galac, 1992). El éxito del libro, muchos comentarios que sigo recibiendo (recientemente una historiadora lo definía como "un libro profético") y muchas de las razones que expondré en esta charla, me han estado confirmando que mis intuiciones tal vez apuntan donde debe ser.
Por otra parte, en los últimos diez años muchas cosas han pasado en el planeta que permiten modificar ligeramente la respuesta que yo daba en ese entonces.
En lo que sigue, empezaré precisamente con mi respuesta del 1991, que como veremos dentro de unos párrafo, se podía llamar "el camino del Padre", para seguir con mi propuesta actual, que es sustancialmente la misma pero con un matiz más "hacia la Madre".
Mi respuesta en 1991 1
Aceptémoslo por lo tanto, de una buena vez y que nos guste o no: somos parte de un solo gran río, el río del pensamiento occidental, greco-latino con influencias árabes, para el cual hay afluentes con más caudal, como, por ejemplo, hace muchos años Grecia, más recientemente Alemania e Inglaterra, y afluentes con menos caudal, como, por ejemplo, nosotros, por lo menos hasta la fecha. A lo sumo, este río puede terminar en un delta, separándose en muchos caños diferentes, pero la esencia de sus aguas será siempre la misma; y más hoy en día, con la fuerza de los medios de comunicación de masas, que unidimensionalizan todo.
La mayor esperanza con la cual podamos hablar de "nuestro camino al desarrollo" es aumentando nuestro caudal como afluente, y siendo uno de los afluentes aguas abajo, su fuerza como afluente, de repente se podría confundir con su potencia como caño del delta. Pero, creemos, esto podrá suceder solamente después de que hayamos asumido, sin resentimiento, y sin ilusiones de armonía, que somos una mezcla de muchas razas y culturas, que la mayoría de nuestra población es mestiza, y que hasta la fecha ha considerado la cultura blanca, nos guste o no, como la "mejor"2. Hasta cuando estos argumentos sean argumentos tabú, seguiremos siendo una mansa playita escondida por manglares adonde las olas pueden llegar solamente de reflejo, por el miedo a asumir la propia identidad y enfrentarse, con ella, a las olas de cualquier tamaño y fuerza.
...
Y una vez que nos hayamos puesto en paz con la idea de que somos afluente y parte del gran río greco-latino y que los contenidos de nuestro desarrollo están determinados por los afluentes mayores, o sea los países que "llevan la delantera", entonces, y sólo entonces, podremos dedicarnos a buscar nuestros propios caminos al desarrollo. Llegaremos a la conclusión que esos caminos consistirán en decidir autónomamente el proceso mediante el cual llegar a los mismos contenidos de los demás países, y las áreas en dónde puedan estar las más adecuadas aplicaciones de los conceptos aprendidos a nuestra propia realidad, usando como criterio de evaluación la visión del proceso que queremos vivir en la Venezuela del tercer milenio.
Descubriremos un hecho de lo más esperanzador: que nuestros odiados-amados hermanos del norte del planeta quisieran que en su futuro estén algunos de nuestros más antiguos valores; que estos elementos inconscientes de los que habla Octavio Paz no son solamente mexicanos, sino, a lo mejor, son algo de la esencia misma del ser humano, y la gran "ventaja del atraso" es que nosotros podemos darnos cuenta de que los estamos matando, porque algo todavía queda, aunque sea solamente en el inconciente colectivo; nosotros todavía no lo hemos matado completamente como han hecho los países industrializados. Digamos que descubriremos que, además de ser depositarios de la diversidad genético-biológica, lo seguimos siendo también de conductas, sentimientos, formas de percibir la realidad.
Y de repente, el significado más bello que le podamos dar a la expresión "buscar nuestro propio camino" es el de saltar una (o más) de las fases por donde han pasado los países industrializados, saltar la ola y seguir caminando junticos, sin que nadie lleve la delantera.
...
Las diferentes razas estarán aportando a la primera civilización mundial que aparecerá en el próximo siglo, las características más propias de cada una. El proceso ya empezó, hace tiempo. Los europeos han estado aportando, en una forma un tanto arrogante y avasalladora, su racionalidad, con su fruto primario, la ciencia y la tecnología; tomando conciencia de los daños hechos, se irán buscando tecnologías más apropiadas a los procesos locales, se irán redescubriendo las artesanías de antaño, que resolvían en una forma muy ecológica la mayoría de los problemas de la vida cotidiana, la tecnología se hará sustentable, pero no desaparecerá, sino que seguirá siendo uno de los pilares de cualquier modelo de desarrollo. Los orientales han estado aportando su espiritualidad, su capacidad de enfocar, su dialéctica, sus metodologías de crecimiento (yoga, budhismo, zen, tai-chi, etc). Las culturas autóctonas de América y de Africa, probablemente, lo que aportarán será una forma ecológica de vivir, en armonía con los ciclos de la naturaleza, el respeto por el ambiente que las hace más chicharras que hormigas, una cultura que, desde un punto de vista económico eurocéntrico, llamaríamos de escasez, en la cual habrá importantes elementos de espiritualidad y de tecnologías apropiadas. Y ni imaginamos, hoy, cuántos aportes más habrán de las diferentes razas y culturas.
....
Hay dos grandes posibilidades en la respuesta a esta pregunta, una más realista y otra más romántica. La realista sigue siendo parcialmente eurocéntrica en algún sentido, pero quitándole a esta palabra su conotación de dominio, de irrespeto: sigamos siendo parte del gran río, pero en forma más digna, siendo más nosotros mismos. Y entonces decidir si lo nuestro será la biotecnología, o qué otra cosa; a cuál ola saltar. Pero siguiendo con valorizar las ciencias y la tecnología así como nacieron en Europa y se desarrollaron en los países que asumieron totalmente el paradigma, eventualmente con suavizaciones debidas a la ecología, en búsqueda de un desarrollo sustentable desde el punto de vista de "ellos".
La otra, más romántica, es saltar a una ola totalmente nuestra. Para lograr esto, habrá que asumir completamente nuestra identidad, y lograr el nacimiento de lo que Pedro Trigo llama la "cultura mestiza"3. Un camino que, al comienzo, creemos, debe ser totalmente de crecimiento personal: un proceso terapéutico para integrar a nuestra conciencia varios siglos de historia que preferimos no conocer, oscilando entre la posición resentida y la de una ilusión de armonía4. Discutir lo que significa "ser venezolano", quién puede considerarse tal. Si es suficiente la definición que da la ley, o si hay que serlo por nacimiento, o, más, si hay que serlo desde más de una generación. ¿Después de cuántas generaciones una persona es criolla de verdad verdad? Nuestras "investigaciones", hechas "a pulso" parecen indicar que hijos de inmigrantes europeos, a pesar de haber nacido aquí, se sienten obviamente parte del gran río eurocéntrico. Después de pocas generaciones ya no se sienten así, pero sin tener mucha claridad sobre lo que son, aparte los poquísimos casos de personas que han meditado sobre el asunto.
Esta segunda alternativa sí luce autóctona. No nos atrevemos a imaginar ni cuál ni cómo puede ser el proceso. Seguramente será un verdadero renacimiento, con todas las etapas de los nacimientos: dolor, muerte simbólica, luz.
Pero sí nos atrevemos a prever que son dos caminos que van a conducir a un resultado muy parecido, que será la integración entre el Padre y la Madre. Porque nos parece fuera del mundo imaginar que, después que se haya asumido totalmente nuestra historia, esto nos lleve a que rechacemos a las conquistas de la historia europea. Porque la historia europea es parte de nuestra historia.
Dicho en los términos de Pedro Trigo, asumir la Madre no significa renunciar al Padre, sino más bien, es asumir lo mejor de los dos: por parte de la Madre, "su pertenencia a la vida venciendo a la muerte a la que la condenaron; ... su costumbre de dar vida como don a pesar de vivir en el reino de la mercancía; su capacidad de resistirse, de preservarse, de rehacerse; esa memoria del futuro que resurge de cualquier catástrofe y que vivifica las fiestas; la capacidad de asumir lo nuevo y de abrirse a los que vinieron y siguen llegando, si parecen mostrar buena voluntad...". Por parte del Padre "su valor, su coraje, su conciencia de sí, su tenacidad, la capacidad de desafiar a la muerte para prevalecer, su estudio y disciplina, su afán por descubrir e inventar, tanto en ciencias como en formas de organización humana, su conciencia de la perfectibilidad del ser humano y su apertura a contactos y relaciones..." Así que "liberando a la Madre, se redime el Padre".
O sea, que al final, la diferencia entre los dos caminos sería más de acentos en los momentos particulares que en el proceso global. Los podríamos llamar el camino del Padre y el camino de la Madre. Por un lado, es el Padre el que descubre lo dañino que fue intentar crecer sin la otra mitad de su humanidad, y la incorporará (como de hecho está ocurriendo en todo el mundo, donde más rápido, donde más lento). Por el otro, es la Madre que decide incorporar a su humanidad la otra mitad, la que le fue negada. En ambos casos, llegaremos a la síntesis, volveremos a la integración. Y se hará realidad la esperanza de José Vasconcelos: "la aparición en América de una 'raza cósmica', de un 'nuevo ser cultural' que combine elementos indios, africanos, europeos".
En lo que sigue, estaremos analizando el camino del Padre, sin ánimo de sugerir que sea lo mejor. Lo hacemos porque nos parece que es el camino más realista, y que ya está en curso. De todas maneras, cuanto más clara tenemos la situación, tanto más fácil será incorporar, sin miedos, elementos de la Madre a lo que estaremos construyendo.
...
La razón fundamental por la cual, independientemente del camino que tomemos, el resultado va a ser el mismo, es debido a que algunos de nuestros valores tradicionales parecen estar en el futuro de los países más industrializados, circunstancia que nos gustaría llamar "lo futurible de nuestra tradición".
Hoy en día, después de casi diez años, creo que mi respuesta de entonces puede cambiar su matiz, y considerar igual de realista un camino más "de la Madre", es decir hoy en día creo que Latinoamérica puede ser un afluyente importante, enfatizando un poco más el camino de la madre; pero para ello hay que detener la idea que tiene que occidentalizarse, como por ejemplo lo expresa explicitamente Samuel Huntington5. Más bien, me atrevo a afirmar que si Occidente tiene un futuro, éste está en la contribución del afluyente de América Latina.
En efecto, muchos indicios parecen indicar que es dudoso que Occidente -tal como se conceptualiza en este momento- tenga algún futuro. Su decadencia se hace cada día más evidente; también parece evidente que las razones de la decadencia son identificables en las variabes alrededor de las cuales andan las reflexiones que estaremos haciendo, que en términos muy sintéticos se pueden resumir diciendo que la prevista correlación entre bienestar material y bienestar a secas, prometida por la revolución industrial, no se ha dado, por lo menos no en la manera tan directa y obvia como los entusiastas de la revolución tecnológica imaginaban.
Por otra parte, es obvio que Occidente -por lo menos tal como se conceptualiza en este momento- morirá, como morieron todas las civilizaciones que la precedieron, porque lo único cierto es este mundo es que todo lo que empieza termina. Desaparecieron los Egipcios, los Griecos, los Romanos, los Inca, los Aztecas, etc. ¿Será Occidente la primera civilización en no desaparecer?
Lo que es menos fácil de imaginar es que tal vez su muerte está mucho más cerca de cuánto se puede pensar. Cuando hablamos de muerte, nos referimos a su muerte como civilización, lo que significa que la gente sigue existiendo en esos espacios, que seguirá comiendo, dormiendo, pensando, haciendo cosas, pero que probablemente los modelos mentales que usará en su quehacer cotidiano no serán los de hoy.
Si Occidente tiene un futuro, éste está en la contribución que América Latina hará a dichos modelos mentales incorporando muchos elementos en este momento escondido en su inconsciente colectivo. Muchos indicios parecen indicar que de hecho está sucediendo.
Hay cierta confusión entre las expresiones "bienestar" (a secas; bienestar = estar-bien) y "bienestar material". Por lo general, se tiende a poner el énfasis en el bienestar material6. En contra, es muy probable que el "bienestar" tenga más que ver con el bienestar espiritual que con el material.
Tal vez la confusión sea hija directa de la creencia implícita de que entre las consecuencias del bienestar material está precisamente el bienestar. Esta asunción ha sido la gran promesa del capitalismo nacido con la revolución industrial, basada sobre el círculo virtuoso producción-consumo-ahorro-más producción-más consumo-más ahorro- ... Pero, el estado en que se encuentran las poblaciones con altos niveles de consumo (las que con otra profunda confusión se suelen llamar "desarrolladas") muestra definitivamente que la asunción es totalmente falsa: los niveles de adicción (al alcohol, tabaco, drogas, televisión, etc.) y de depresión, las tasas de suicidios, los niveles de violencia, etc. parecen estar en correlación positiva con el PTB per cápita.7,8
Por lo tanto, todo parece indicar que promover caminos que persigan fundamentalmente el crecimiento económico tiene como consecuencia indeseable la disminución de los niveles de sanidad mental de la población, por lo menos si dichos caminos siguen acríticamente los modelos seguidos por los países con altos PTB. Es decir, que con esos caminos el bienestar material parece producir malestar espiritual.
Por otra parte, no se puede negar que el bienestar material hace la vida más cómoda, liberándonos de muchas fatigantes actividades para la supervivencia, y tiene altas potencialidades para influir sobre el bienestar a secas. Por lo tanto, la solución no está en olvidarse románticamente del bienestar material, sino en la búsqueda de posibles respuestas positivas a la siguiente pregunta: ¿Se pueden encontrar caminos para el aumento del bienestar material sin tener que pagar el costo en el que han incurrido los otros países en términos de malestar espiritual? Una de las ventajas del atraso es que, afortunadamente, en nuestro país todavía no se ha generalizado el bienestar material conseguido con esos modelos y por lo tanto todavía tenemos tiempo para hacernos la pregunta.
En esta conversación intentaremos precisamente argumentar a favor de la siguiente tesis: la respuesta a esa pregunta es un rotundo "sí", en la medida en que comprendamos algunos elementos subyacentes a toda la problemática, elementos que por lo general pasan desapercibidos por ser paradigmáticos.
Para empezar el análisis que nos conducirá a la respuesta, tenemos que dar un gran salto hacia atrás.
La historia de la humanidad en 4 páginas y un mapa conceptual
En los albores de la humanidad, en todos los continentes, el hombre era nómada-recogedor. Su paradigma productivo era: "yo vivo de lo que consigo". Un paradigma que manifiesta fe en la Providencia Divina, esperanza en el futuro, armonía con el ecosistema, seguramente posible por la solidaridad que existía en la tribu, gracias a la cual todo lo conseguido estaba a disposición de todos, hábiles o inhábiles que fueran.
Hace aproximadamente diez mil años, en el territorio conocido como Mesopotamia, ocurrió un evento primigenio, revolucionario y que no dejó nada como era: la revolución agraria. Con ella, el nómada-recogedor se transformó en campesino, y asumió otro paradigma productivo: "yo vivo del fruto de mi trabajo". El elemento tecnológico fundamental que permitió la revolución agraria fue el silo, en el cual se podían guardar los cereales cosechados para que se consumieran cuando la tierra no ofrecía productos. Con ello, aumentó el coeficiente demográfico y aparecieron las primeras ciudades.
Es bien conocida -por lo menos para los europeos, para los cuales es uno de los elementos que no puede faltar en su educación básica- la fábula de Esopo, puestas en versos por La Fontaine, sobre la chicharra y la hormiga, que convierte en símbolo esa transformación: la chicharra se la pasaba cantando todo el día, mientras la hormiguita, gran trabajadora, pasaba todo el tiempo acumulando en el hormiguero (silo) comida para el invierno; a veces, pasando al lado de la chicharra, la hormiguita la regañaba y le aconsejaba guardar algo. La chicharra, con su profunda fe en el ecosistema, no le hacía caso y continuaba cantando despreocupada, hasta que de hecho, un día, llegó el invierno. Dejemos en suspenso el final.
Ahora bien, nos guste o no, es difícil hoy en día imaginarse un camino para el mejoramiento del bienestar que no pase por la transformación del paradigma del nómada en el del campesino-productor. Es la linealidad de la historia de la cual hablan Hegel, Fukuyama y otros. Por lo tanto, aparece una pregunta previa a la nuestra:
¿Es posible cambiar el paradigma productivo, dejando atrás el del nómada ("yo vivo de lo que consigo") y asumiendo el del campesino ("yo vivo del fruto de mi trabajo"), sin pasar por la Revolución Agraria?
Si la respuesta a esta pregunta fuera negativa, estaríamos perdidos totalmente y no podría haber intentos exitosos de real modernización del país. En ese caso deberíamos refugiarnos en algún fundamentalismo y encomendar nuestra alma a Dios. Pero, nosotros creemos que la respuesta no sólo es positiva, sino que inclusive puede ser "fácil" lograrlo, mediante la organización de oportunas experiencias de aprendizaje en los niveles básicos (cuando se aprenden los paradigmas; después puede ser demasiado tarde).
Más adelante veremos los contenidos específicos de tales experiencias. Pero antes vamos a seguir reflexionando sobre el problema del malestar espiritual que puede aparecer cuando, por el éxito en el cambio de paradigma de nómada a productor, empieza a aumentar el bienestar material, porque no estamos muy seguros de que convenga asumir acríticamente ese modelo de modernización, si el costo de su éxito es ese terrible malestar espiritual.
¿Cuál puede ser el origen del malestar?
También ocurrió que ...
Otro gran cambio que se dio hace unos miles de años antes de Cristo es el cambio de la caza a la domesticación de animales para fines alimentarios. También este cambio se dio en Eurasia, aunque no en la misma zona en donde se dio la revolución agraria. Pero los dos fenómenos son lógicamente independientes entre sí. Todavía hoy en día hay agricultores y criadores. Tal vez la mayoría de los agricultores también crían ganado, pero no todos; no es un debe ser.
Un hecho que podía aumentar la esperanza contenida en las presentes reflexiones es la relación que hay entre los lugares en donde se dieron los dos grandes cambios: la revolución agraria ocurrió fundamentalmente en la zona sur de Eurasia, mientras que la domesticación de animales ocurrió en las zonas norte. Como veremos más adelante,10 el lugar de origen de quienes vinieron a colonizar el continente americano, miles de años después, influyó profundamente sobre sus conductas.
En este caso, el cambio de paradigma es el siguiente: para el cazador, la oveja representa comida sólo cuando tiene hambre; cuando está satisfecho, y anda paseando por las praderas, el encuentro con la oveja no despierta el instinto de la caza. Para el criador, la oveja representa siempre comida (para cuando tenga hambre, que seguramente sucederá).
Lo anterior tuvo dos consecuencias importantísimas.
La primera fue que, mientras para el cazador el lobo y otro cazador de otra tribu eran adversarios en la caza (cuando tenía hambre), para el criador se convirtieron en ladrones de comida. Entonces a éste se le hizo necesario protegerse de los que intentaban robar su comida. Fue así que aparecieron los vigilantes, los turnos, la organización, las jerarquías. Los hombres empezaron a ser importantes por poder ser guerreros y vigilantes. Las mujeres perdieron su estatus de compañeras y pasaron a ser reproductoras de guerreros. Había aparecido el paradigma patriarcal de organización humana, lo que, en la opinión de varios pensadores de todos los tiempos, es el origen de todos los males que ha sufrido y sigue sufriendo la humanidad. En términos muy sintéticos, pero también muy profundos, podemos decir que mientras el cazador vive su vida basado en la confianza, el criador la basa en la desconfianza. Es decir, el primero tiene su paradigma de vida centrado en el amor, la confianza y la solidaridad, el segundo en el odio, la desconfianza y la competencia.11
La segunda consecuencia fue que para tener muchos guerreros se necesita tener mucha comida, es decir muchos animales. Por ello, el tamaño del rebaño se convirtió en medida de poder. En latín, la palabra que designa el dinero, pecunia, tiene su origen en pecus, que significa oveja. El pastor fue el primer hombre rico de la historia. Para estar más seguros en la lucha con el enemigo quería ejércitos más grandes, y para ello necesitaba rebaños más grandes. Y, debido a que criar es más complicado que cazar, la organización de la tribu se complicaba, las jerarquías se hicieron más rígidas y la solidaridad terminó relegada en el mundo de los sueños de los utopistas.
El odio y la falta de solidaridad generaron el miedo, el cual a su vez generó la necesidad de certidumbre sobre el mañana. Mientras que el recogedor vive -sin saberlo- el concepto católico de "Providencia", confiado en que mañana algo conseguirá, el criador vive el miedo a la incertidumbre del mañana, porque nadie le puede asegurar que no aparezca un ejercito más grande que el suyo y le robe toda la comida que tiene guardada para mañana.12
Con la aparición del paradigma patriarcal de organización humana, se perdió de vista el verdadero significado de lo humano. La "educación" empezó a ser regida por la represión y el castigo, y la libre expresión de la creatividad individual quedó permitida solamente a la transgresión del artista y del genio. Los demás no pueden ni intentar salirse de los rieles que algún otro estableció, hoy el padre, mañana el maestro, pasado el gobierno o el presidente de la empresa que "le dio trabajo". ¿Queda espacio en una sociedad de este tipo para la salud mental? Obviamente no.
El paradigma patriarcal de organización conlleva intrínsecamente la enfermedad mental.13
Muchos años después, ....
...ocurrió otra gran revolución en la historia del hombre, la revolución industrial. Con ella, aumentó grandemente la capacidad productiva del hombre. Se disparó la espiral del aumento de producción - aumento de consumo - ahorro - inversión en aumento de producción - etc. Y nació la hipótesis que mencionamos al comienzo, la gran promesa del capitalismo: el bienestar es consecuencia de la posesión de muchos objetos materiales; cuantos más objetos se posean, tanto más felices se es.
Pero, lamentablemente, la acumulación que viene con la necesidad de ahorros para el aumento de las inversiones hizo "corto circuito", en los mapas mentales del hombre descendiente del pastor, con la acumulación de ejércitos y poder. Fue así que dicha acumulación, en lugar de ser puesta constructivamente al servicio de la producción, fue puesta destructivamente al servicio del miedo, de la enfermedad mental del hombre hijo del paradigma patriarcal y de su necesidad de poder para asegurarse un mañana menos incierto. La acumulación se convirtió en la obsesión del hombre "civilizado". El estatus de ese pobre habitante de los países "desarrollados" llegó a medirse por la cantidad de bienes que había logrado acumular. La cosa sería cómica si no fuera profundamente trágica y si no se hubieran hecho guerras por ello. Pero, pensar en una persona que se considera "realizada" solamente porque posee muchos objetos,14 sin darse cuenta de que vive paralizada por el miedo de perderlos y obsesionada por el deseo de tener más, genera profunda tristeza y muchas dudas sobre esta cosa que se ha querido llamar "progreso". Hoy en día, en el planeta entero, se gasta en armamentos mucho más que en educación.
Es muy posible que la necesidad de acumulación sea directamente proporcional al nivel de enfermedad mental de la persona, la cual no llega a comprender que más allá de cierta cantidad de objetos que hacen, tal vez, más cómoda la vida, todos los demás la hacen más difícil. Y cuando, para hacer un ejemplo, uno piensa en una persona que se aprovecha de su rol de servidor público para aumentar sus niveles de acumulación de bienes materiales -el corrupto, elemento central de la política del siglo XX- ¿quién puede borrar el pensamiento de que la capacidad de ser corrupto puede albergar solamente en un corazón enfermo? ¿Qué mayor muestra hay de insania mental, y de falta de autoestima de, por ejemplo, un Presidente, o un ministro, o un congresante que aprovecha su rol para enriquecer su cartera (y empobrecer su alma)?
La situación actual
El hombre contemporáneo vive en ese estado descrito anteriormente. Devoto creyente -a veces sin ser consciente de ello- de que la felicidad se consigue acumulando riquezas materiales, no se da cuenta que en el proceso de acumulación pierde su bienestar espiritual, ya severamente amenazado por el paradigma patriarcal de la organización de todos los grupos en los ha interactuado y sigue interactuando: la familia, la organización en donde trabaja, el partido en donde milita, la ONG puesta al servicio del otro. Sin perder la ocasión de usar la palabra "democracia", se intentan imponer verdades. La gerencia puede ser participativa, pero siempre y cuando vaya en la dirección que le gusta al jefe. La democracia puede ser participativa, pero ... ¡chico, no tanto!. Los ejemplos se pueden multiplicar ad infinitum. No hay renglón del quehacer cotidiano en el cual no se revele el paradigma patriarcal y sus efectos en términos de malestar espiritual.
En este punto, gracias a las consideraciones desarrolladas, podemos volver a la pregunta inicial, ¿Se pueden encontrar caminos para el aumento del bienestar material sin tener que pagar el costo en que han incurrido los otros países en términos de malestar espiritual?, y formularla en los siguientes términos: ¿Podemos concebir un plan de bienestar social que promueva el cambio de paradigma del nómada-recogedor al del campesino-productor, sin promover simultáneamente también el paradigma del pastor?
Nosotros creemos que sí, y con base en ello, nos salimos de los esquemas ortodoxos de una charla y, basados en nuestro convencimiento de que son los empresarios y las empresas quienes tienen mayor potencialidad de movilizar un proceso de cambio hacia un mundo mejor15, y considerando la motivación de este evento, hacemos la siguiente propuesta.
Propuesta de investigación-acción
¿No sería un fascinante desafío para las Empresas preocupadas para el futuro del país, juntos a organizaciones de la sociedad civil de las comunidades en donde residen, diseñar y realizar un proyecto piloto para un plan de educación básica para los niños y de formación de padres, con el objetivo de investigar la posibilidad de promover el paradigma productivo sin fomentar el paradigma de excesiva acumulación?
La propuesta puede tener éxito porque los conquistadores ...
¿Sobre qué basamos esta propuesta? ¿Qué nos hace creer que en Venezuela sea posible llegar al bienestar por un proceso diferente al que han vivido todos los países de economía avanzada?
Fundamentalmente por una razón: resulta que los acontecimientos descritos anteriormente -revolución agraria, domesticación de los animales por fines alimentarios, revolución industrial- no ocurrieron en todos los territorios en donde había humanos.
En la Venezuela precolombina (en el continente americano en general, con ciertas excepciones en los Andes y en pocos territorios norteamericanos) no hubo revolución agraria16. La poca agricultura que se empezó a hacer con la colonia era producción de productos tropicales para llevarla a Europa (cacao y café) y por lo general era hecha por inmigrantes europeos que, obviamente, habían llegado al país llevando bien puesto su paradigma productivo. Pero, la gran mayoría de la población -indios y mestizos- seguía en la producción del conuco, la cual está más en el paradigma del recogedor que en el del campesino: se produce para la subsistencia más que para el intercambio.
Así, cuando en el último siglo el país decide dar el salto hacia la modernidad, lo hace con el paradigma del nómada y no del campesino. Aparece el típico cortoplacismo de la política venezolana y el rentismo que es la filosofía del nómada con saco y corbata: en lugar de ir buscando arbustos cargados de sabrosos frutos, el rentista busca yacimientos de petróleo o minas de diamantes con cuya venta pueda comprar los sabrosos frutos que algún otro habrá cosechado. Aparece el venezolano que, cuando la renta petrolera no le alcanza, vive "matando tigres" y "dando flechazos", nómada metropolitano, aun si lleva zapatos de Valentino.
Además, en la Venezuela pre-colombina no sólo no hubo revolución agraria, sino que tampoco hubo domesticación de los animales para fines alimentarios: el Yanomami que apetece una gallina sale a cazarla, pero no se come la gallina que vive con la tribu; ella es de la familia. Es como comerse un hermano. Por lo tanto, el paradigma patriarcal llegó con el colonizador, hace solamente 500 años. Esto ya hace nacer la esperanza. Más adelante, encontraremos otros elementos que la alimentarán.
No habiendo ocurrido ni revolución agraria ni domesticación de los animales para fines alimentarios, el paradigma productivo del indio autóctono era el del nómada-recogedor, y la emoción con la que se relacionaba con el entorno era la confianza, el amor.
Lo anterior, en primera aproximación, vale casi para todo el territorio americano, norte y sur.
Hace quinientos años empezó una ola colonizadora desde varios países europeos. Desde las diferentes naciones europeas llegaron al continente americano grupos de personas con muchos fines diferentes: desde los utopistas, quienes vinieron para crear un mundo mejor, hasta los aventureros en búsqueda de oro y diamantes. E, ¡ironía del destino! fue a los aventureros a quienes les tocó la suerte de crear la potencialidad actual para la realización de un mundo mejor, mientras que los que vinieron con ese fin terminaron por crear una pálida copia de la civilización patriarcal europea.
En efecto, las grandes diferencias actuales entre Norteamérica y Sudamérica son debidas a las diferentes conductas de los diferentes colonos (los cuales, de paso, vinieron de diferentes lugares de Europa)17. Los hombres que colonizaron la América del norte exterminaron los indios, o los relegaron en reservas, sin cruzarse con ellos. Cuando trajeron los esclavos negros, tampoco se cruzaron. Los cruces fueron solamente entre Europeos. Por lo tanto, los Estados Unidos han heredado totalmente los dos paradigmas: el productivo del campesino (y, efectivamente, la conquista del Oeste fue a través del establecimiento de empresas agrícolas), y el del pastor (y efectivamente la epopeya cinematográfica se ha alimentado hasta la saciedad con películas de vaqueros). Es ésta la razón, en nuestra opinión, de los éxitos económicos de esa sociedad en los días actuales y de su mal estado espiritual. El paradigma del campesino permitió sus éxitos y el del pastor generó las condiciones culturales para el malestar.
En cambio, los "conquistadores" que llegaron a la América del sur se acoplaron con las mujeres indias (aunque muchas veces haya sido en forma irresponsable y con violencia), después se acoplaron con las esclavas negras y los frutos de todos esos acoplamientos se acoplaron entre ellos, con el resultado de que en el patrimonio genético y cultural actual del habitante de varios países latinoamericanos, en particular Venezuela y Brasil, están muy presente las componentes indias, negras y europeas. Por lo tanto, la cultura del mestizo, fruto de todas esas mezclas, no se puede identificar totalmente con la del europeo. En particular por lo que concierne a los paradigmas productivos y la emoción para relacionarse con el entorno. Mientras el europeo (y el norteamericano) es campesino-productivo-criador y por lo tanto se relaciona con la desconfianza y el odio, el mestizo latinoamericano es una mezcla de campesino y de recogedor (más recogedor que campesino) y su manera de relacionarse es una mezcla de confianza y desconfianza (más confianza que desconfianza).
Es decir, por debajo de la línea de flote de la manera de ver el mundo del venezolano (para quedarnos en casa) está bastante viva la confianza del nómada-recogedor. Esta es la razón profunda de porqué creemos que nuestra propuesta tiene posibilidad de éxito. Dicho en términos tal vez un poco abstractos, pero muy a la moda, porque nuestra biodiversidad no es sólo de insectos y de orquídeas, sino también de patrimonio genético y cultural.
En este momento de la historia del país (y de Latinoamérica en general) esta propuesta puede, tal vez, ser difícil de entender por el eurocentrismo cultural imperante, que descalifica todo lo autóctono tildándolo de "primitivo". Si intentáramos imaginar la reacción de un académico europeo a las presentes consideraciones, probablemente nos daría ganas de escondernos en un closet, para que su ira eurocéntrica no logre alcanzarnos ...
Por otra parte, en nuestra opinión, en el continente está en marcha un proceso de rescate de lo autóctono, que arrancó en 1992, cuando en ocasión del 500º aniversario se propuso cambiar la palabra "descubrimiento" por la de "encuentro". Este simple hecho lingüístico, aparentemente sin importancia, puede permitir levantar la espalda y mirar a las tradiciones adormecidas con mayor autoestima. Por el momento el proceso está andando en forma no muy estruendosa, pero sí sostenida, con declaraciones de las comunidades indígenas acercas de sus derechos, con fenómenos como el de Chiapas, con las repetidas afirmaciones de los mandatarios, etc. Nuestra propuesta es un ladrillo más en esa dirección.
¿Concretamente?
En pocas palabras, de lo que se trata es de permitir a los niños ser como son, para que expresen sus potencialidades, sin reprimir lo que "no sabe a europeo" ...
Permitir al niño ser como es significa no reprimir la libre expresión de sus potencialidades. Significa no usar las tablas de multiplicar o la gramática como instrumento de martirio ("la letra entra con sangre") sino como herramienta para aumentar la capacidad productiva del individuo. Significa no reprimir las manifestaciones de sensibilidad ("los varones no lloran") o de amor ("no juegue con la muñeca, que eso es juguete de niña"), no creer que se está ayudando el hijo varón en el crecimiento llevándolo a una prostituta, y todos los infinitos caminos a través de los cuales se va inculcando en el niño los enfermizos valores patriarcales.
Promoviendo la creación de escuelas de tipo no represivos se estaría permitiendo a la confianza del recogedor volver a ser emoción principal con la que vivir la vida. No hay que inventarlo todo, porque en Venezuela en los últimos treinta años se han hechos experiencias muy valiosas al respecto. Valga citar, entre todas, la de APUNE18 en Caracas y la de las Escuelas Comunitarias, en Caracas y otras ciudades.
En segundo lugar, visto que además de rescatar la confianza del recogedor, tenemos que promover el paradigma productivo del campesino sin pasar por la Revolución Agraria, tenemos que inventar experiencias de aprendizaje que se muevan en esa dirección. Podríamos pensar en una serie de actividades con las que llenar las horas dedicadas según los programas ministeriales a la "Educación para el Trabajo" (que por lo general se quedan sin utilizar para ese fin), que podríamos llamar "Educación para la producción para el intercambio solidario".
En ellas, se fomentaría en el niño su capacidad de detectar, entre las necesidades no satisfecha en el entorno, las que le gustaría satisfacer a través de su actividad libre y creativa, promoviendo no sólo el paradigma productivo sino algo mucho más profundo, como es la mentalidad empresarial. En efecto, uno de los problemas más agudos del mundo contemporáneo es el del desempleo, consecuencia de otra asunción implícita hija de la Revolución Industrial, la que "Trabajo" para la mayoría deba significar "Trabajo dependiente". Pero, ese es tema de otra charla ...19
Con este camino, el profesional de mañana será sí un buen técnico, pero esto no le habrá costado la pérdida de la sensibilidad humana, ni la independencia; sabrá disfrutar de las comodidades, pero no estará obsesionado con el carro último modelo; tendrá unos ahorros para enfrentar momentos más difíciles, pero no dedicará su vida al engorde de una cuenta multimillonaria difícilmente utilizable. Podrá trabajar para otro, pero también será capaz de emprender actividades productivas por su cuenta.
Del rentismo a la revolución productiva
Si Venezuela no termina de comprender que el rentismo petrolero y minero es la adecuación al mundo moderno del paradigma productivo del nómada-recogedor, cualquier intento de real modernización del país se quedará en los buenos intencionados planes de la Nación.
A pesar de ser un argumento recurrente en la historia del País, nunca se ha dado una discusión sincera y profunda, porque al fin y al cabo, la renta petrolera había asegurado la famosa ilusión de armonía20.
Esto ocurrirá inevitablemente si la superficial afirmación de que "somos ricos, porque tenemos los yacimientos de petróleo más grandes de occidente y abundamente minas de oro y diamantes", sigue produciendo sistemas educativos que sólo les sirven a las estadísticas y no al aumento de la capacidad productiva de sus estudiantes. Tal vez, el único sentido que puede tener la expresión "sembrar el petróleo", es invertir todos los ingresos generados por él en la creación de un sistema educativo realmente de calidad; un sistema que no haga concesiones a la piratería a la cual nos han acostumbrados decenios de rentismo.
Pero, una vez más, lo ideal sería no crear un sistema educativo de calidad solamente desde el punto de vista de la productividad, así como la entiende el paradigma dominante que sin darse cuenta impone también la obsesión de la acumulación (hija, recordémoslo, de la enfermedad mental intrínseca a la forma patriarcal de organización humana). Lo ideal sería un sistema que logre el equilibrio entre la confianza de la chicharra y la previsión de la hormiga. Un sistema educativo que no obligue a nuestros ejecutivos de mañana, una vez que hayan tenido éxito desde el punto de vista del crecimiento económico, asumir el downshifting21 para mejorar su calidad de vida.
¿Tan simple y tan poderoso?
Tal vez, en una primera aproximación, puede percibirse desproporción entre la mega-consideración sobre la historia de la humanidad y la aparentemente micro-actividad del establecimiento de una diferente metodología escolar y de algunos contenidos. ¿No será exagerado pensar que un "simple" cambio de enfoque y la modificación de algunos contenidos aparentemente marginales en la educación básica puede cambiar la historia del país -y, tal vez, del continente-?
El hecho es que nuestra arrogancia patriarcal (no debemos olvidar que todos nosotros fuimos educados en una sociedad patriarcal) no nos permite ver la real diferencia. Eso que estamos proponiendo no es nada "simple". Las dos componentes de la propuesta constituyen dos reales desafíos a la arrogancia de quienes lo saben todo. Ambos son verdaderos desafíos a la creatividad y a la capacidad de no tenerle miedo a las ideas. ¿Cómo será un plan de estudio para aprender la "producción para el intercambio solidario" sin aprender el paradigma de la acumulación como medida de éxito? ¿Cómo será una educación que, sin ser represiva, logre facilitar los procesos de aprendizaje en formá sólida y generadora de reales competencias y, simultáneamente, logre la libre expresión de las maravillosas potencialidades escondidas en el niño? No sabemos. Es un camino fascinante y difícil que sólo se puede hacer andando, y estando siempre alerta para no darle expresión a los valores patriarcales. Además, tendría otro valor muy profundo, porque permitiría a los futuros ciudadanos criados en este plan sentir más plenamente, y con orgullo, las raíces de su mestizaje, y estar orgullosos de esa condición, en lugar de intentar "mejorar la raza casándose con blancos..."
Una intrigante confirmación de la historia
Hace unos años se ha publicado en Italia un libro que está haciendo cierta sensación en Europa.22
Se trata de un fascinante libro sobre Cristóbal Colón, en el cual se demuestra, con bases en convincentes razonamientos fundamentados en indicios, que no es verdad la historia oficial, según la cual Colón se tropezó con el continente americano intentando ir a las Indias. Parece que ya era conocido que entre las Indias y Europa había otro continente, y Colón fue el emisario de los Templarios (asociación secreta fundada en el siglo XI con la misión de contribuir a la mejora del mundo) para fundar en esas tierras deshabitadas un mundo mejor, un mundo basado sobre el amor y la paz, en lugar que sobre el odio y la guerra.23 Cuando en 1498, en su 3° viaje, Colón avistó la costa latinoamericana -esa tierra cumanesa en la cual renací a mi llegar de Europa- comentó que "probablemente se trata del paraíso terrenal".
En efecto, desde entonces "América" ha significado "utopía". Los inmigrantes que fueron a colonizar América del norte eran movidos precisamente por esa visión (¡y, exterminando a los indios por amor a la paz, eliminaron la posibilidad de conseguirla, lo que hubiera sido posible gracias a la fertilización cruzada con el indio capaz de vivir en paz!).
Muchos indicios, en contra, parecen indicar que lo que querían de América Latina era el oro y no la utopía. Pero, no habiendo exterminado a los indios, lograron una población con mayor potencialidad de construirla. Paradojas de la historia.
Y, hablando de oro, vamos a lanzar otra propuesta para el cambio hacia un mundo mejor. Como ha demostrado ampliamente Carl Gustav Jung en su fascinante libro Psicología y alquimia, los alquimistas no buscaban el oro en el sentido literal de la palabra, sino en un sentido simbólico ("Aurum nostrum no est aurum vulgi"). La piedra filosofal buscada por el alquimista tenía la capacidad de transformar todo en oro, pero en el sentido figurado. La verdadera transformación era la del mismo alquimista. ¿Por qué no vamos a dar también a El Dorado un significado simbólico en la dirección de estas consideraciones, como la capacidad del continente latinoamericano de transformar el hombre y hacerlo más humano?
Digamos que podríamos convenir que sí es verdad que en Latinoamérica está El Dorado, pero no porque en la Sierra Imataca hay muchisimo mineral con ese color, sino porque en Latinoamérica está el mestizo en el cual sigue viva la confianza del recogedor. Y que es a partir del despertar de esa confianza adormecida, que Latinoamérica colaborará con la historia universal hacia un mundo mejor y, 500 años después, cumplirá con la misión que tenía Colón, de crear en este continente una humanidad capaz de vivir en el amor y en la paz.24
¿Y la hormiga?, ... ¿y la chicharra? .., ¿qué?
Regresemos a la chicharra y a la hormiga y veamos el final del cuento cómo lo cuentan en Europa y como lo cuentan en el Cono Sur.
Europa:
Cuando llegó el invierno, la chicharra se encontró sin comida y fue a pedir algo prestado a la hormiga, prometiendo "para agosto, en consciencia de animal, intereses y capital."25
La hormiga, cuyo defecto es de no prestar con gusto, le pregunta bien tajante:
- Y que hiciste tú hasta ayer?
- Amiga mía, con sinceridad, todo el tiempo lo pasé a cantar.
- ¡Bien! Te felicito. Es la hora que empieces a bailar.
Y cierra la puerta.
Las versiones más dramáticas dan a la chicharra por muerta congelada.
Veamos como la cuenta el mestizo en el Cono Sur:
Llegó el invierno. La hormiga estaba en su casa, toda bien cubierta con un abrigo, cuando tocan a la puerta. "Esa debe ser la chicharra que me viene a pedir comida. La voy a regañar bien bien!". Va a abrir la puerta y encuentra a la chicharra vestida con pantalones cortos, anteojos de sol y un parasol. "Vengo a saludarte. Voy a pasar los próximos meses en Europa, que aquí va a ser mucho frío." La hormiga se queda sin palabra. Piensa en todo el trabajo que estuvo haciendo en todos los meses pasados. Mira y vuelve a mirar la feliz chicharra, sintiendo las dolencias en su cuerpo cansado. Piensa en todos los momentos en que se hubiera podido parar para mirar al cielo y disfrutar de su entorno. Piensa en cuánta comida sabrosa probablemente hay en todos los lugares en donde esa irresponsable chicharra está por dirigirse...
- Y dime, ¿vas a pasar por Francia?
- Si, ¡claro!, voy a muchos lugares.
- Vas a París?
- ¡Claro que si!
- OK. Entonces, hazme un favor. Busca un tal Monsieur
La Fontaine y dile de mi parte que queme en la hoguera sus estúpidos
cuentos!
El mapa conceptual
Bibliografía
- J. Diamond, Guns, Germs, and Steel: The Fates of Human Societies, W W Norton & Co, 1999
- R. Eisler, The Calice and the Blade. Our History, Our Future. Harper and Row, San Francisco, 1987
- F. Fukuyama, The End of History and the Last Man, Avon Books, 1992
- F. Fukuyama, Trust: The Social Virtues and the Creation of Prosperity, Free Press, 1996
- F. Fukuyama, The Great Disruption: Human Nature and the Reconstitution of Social Order, Free Press, 1999
- S. Huntington, The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order, Touchstone Books, 1998
- H. Maturana, Amor y juego, Fundamentos olvidados de lo humano, Instituo de Terapia Cognitiva, Santiago, 1993
- L. Montañéz, L, Optar por la madre (a partir de una idea de Pedro Trigo), Casa de las Américas, n. 185, pp. 55-62, 1991
- G. Santosuosso, Reinventar a Venezuela, Ed. Galac, 1992
- G. Santosuosso, Socialismo en un paradigma liberal, Ed. Galac, 1998
- P. Trigo, Optar por la madre, SIC, n, 523, abril
1990
Notas
1 Toda esa sección es una cita de G. Santosuosso, Reinventar a Venezuela, 91-106.
2 Trigo, 1990; Montañéz, 1991.
3 Trigo, 1990.
4 Montañéz, 1991.
5 S. Huntington, El choque de civilizaciones,
6 Por ejemplo: planes de vivienda, de transporte, de alimentación, de seguridad social, de subsidios familiares, Cestas Navideñas, Préstamos Hipotecarios, Cajas de Ahorro, etc.
7 Una comisión del Congreso nombrada por el Presidente Carter declaraba los Estados Unidos en emergencia de salud ya en 1976, por los altos coeficientes de obesidad y otras enfermedades. Para una profundización de las consideraciones que se están haciendo, ver G. Santosuosso, Reinventar a Venezuela, Ed. Galac, Caracas, 1992. Todo el primer capitulo está dedicado a este tema. En la presente charla estaremos reflexionando sobre uno de los aspectos de uno de los planteamiento principales de ese libro. Bien interesante el fenómeno en curso en los Estados Unidos llamado downshifting, sobre el cual hubo un amplio reportaje en el Universal del 15 de este mes, y que el periodista intentó traducir con desaceleración, fenómeno según el cual ex-yuppies abandonan la loca carrera de la obsesión acumulativa y deciden vivir con menos, pero mejor.
8 Ver también a F. Fukuyama, The great disruption,
9 La figura puesta al final del texto contiene el mapa conceptual de todo el argumento.
10 Ver p. 15.
11 Entre los autores que más han reflexionado sobre el tema de las implicaciones del paradigma patriarcal en la vida cotididiana, ver a Humberto Maturana, autor de varios libros sobre el tema, en particular, con G. Verden-Zöller, Amor y juego, Fundamentos olvidados de lo humano, Ed. Institulo de Terapia Cognitiva, Santiago de Chile, 1994. Ver también el fascinante libro de Riane Eisler, El caliz y la espada, nuestra historia, nuestro futuro, Ed. Cuatro Viento, Santiago, Chile, 1990 (ed. orig. 1987), en el cual la autora hace una reconstrucción de la historia conocida de la humanidad desde el punto de vista de la dialéctiva poder nutritivo vs poder dominante.
12 ¿Qué pensaría de nosotros, civilizados hombres del siglo XX, un recogedor que nos viera vivir detrás de rejas y protegidos por alarmas?
13 Es bien conocido como en uno de sus últimos libros, El malestar de la civilización, Sigmund Freud apuntó que de alguna manera el malestar es el costo intrínseco de la misma civilización. Y es debido al abandono del principio del placer para el principio de la realidad, es decir abandonar la fe de la chicharra y sustituirla con el realismo de la hormiga.
14 Son también muy conocidas las reflexiones que sobre el tema han estado haciendo los psicólogos humanistas (E. Fromm, R. May, C. Rogers, etc.).
15 Ver Reinventar a Venezuela, citado, Interludio.
16 Ver J. Diamond, Guns, Germs, and Steel: The Fates of Human Societies, 1999.
17 En la pág. 10 mencionamos lo interesante que sería la investigación acerca de las relaciones entre el hecho que la domesticación de los animales fue fundamentalmente un fenómeno del norte de Eurasia, mientras que la agricultura fue fundamentalmente mediteránea y las conductas emitidas por los diferentes colonos en el norte y en el sur de América. Y sus relación con la hipótesis weberiana del protestantismo como espíritu del capitalismo.
18 Asociación para una Nueva Educación.
19 Ver varios artículos sobre este tema publicados por el autor en El Correo del Caroní a lo largo de 1996.
20 R. Piñango, M. Naím, El caso Venezuela, Ed. IESA, 1984.
21 Ver nota 7.
22 U. Bartocci, America: una rotta templare. Sentieri segreti della storia, Edizioni Della Lisca, Milano, 1995.
23 Como rezan las palabras del imno de la Universidad Simón Bolívar, "que de América salga un nuevo hombre, regido por el signo de la paz".
24 En nuestra opinión, ésta es uno de los pocos elementos que a Fukuyama ha pasado por alto en su fascinante libro El fin de la historia y el último hombre, Ed Planeta, 1992. La historia no puede terminar con la victoria del paradigma patriarcal. Efectivamente, en el único lugar en que Fukuyama considera la posibilidad de que la historia no puede terminar hasta que siga vigente el paradigma patriarcal (en las pág. 200-201 de la edición castellana), se ve claramente que es un tema que él no ha meditado con su aconstumbrada profundidad, y que no conoce las investigaciones más importantes. Otro elemento en que en nuestra opinión Fukuyama está confundido es en el uso casi como sinónimos de las palabras "liberalismo" y "capitalismo", que de hecho significan cosas profundamente diferentes, refiríendose el "liberalismo" a la dialéctica "mercado-estado" y "capitalismo" a la dialéctica "empresario-dependiente". En la pág. 81 de la edición castellana, se encuentra una declaración explícita de sinonimía. Sobre el tema, acabamos de publicar el libroSocialismo en un paradigma liberal, por los tipos de la Editorial Galac. Aquí nos limitamos a observar, muy por encima, que por debajo de la confusión entre "liberalismo" y "capitalismo" está, una vez más, la falta de la distinción entre patriarcado y otra forma de agregación humana.
25 Observáse el inciepiente espíritu del capitalismo.
Le Fointane escribe en 1668, en pleno auge del capitalismo comercial, que
está preparando la acumulación que permitirá la Revolución
Industrial.
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Giulio Santosuosso nació en Roma en 1942. Allí hizo todos sus estudios hasta graduarse doctor en matemática, summa cum laude, en 1967. Es fundamentalmente un emprendedor y un explorador de nuevos caminos. Profesor-fundador de la Universidad Simón Bolívar, en Caracas, Venezuela. Durante los años que estuvo en ella, fue el líder de la investigación-acción sobre nuevos caminos para la educación. Fundador del Grupo Galac en Caracas, una empresa de tipo red, en Desarrollo Organizacional y Formación Gerencial, Editoría, Sistemas de Información y Documentación, con énfasis en Investigación y Desarrollo. Líder de la Fundación Galac, una ONG dedicada a la promoción de procesos de crecimiento autonónomo en comunidades de bajo-ingresos. Como tal, ha estado asesorando políticos y autoridades locales (Alcaldes y Gobernadores), proponiendo acciones para exploraro nuevos modelos de desarrollo para Venezuela. Participante y ponente en eventos nacionales e internacionales de matemáticas, educación, tecnologías educativas, desarrollo tecnológico, desarrollo comunitario, desarrollo de la economía popular. Autor de publicaciones cientificas, de libros de auto-aprendizaje de matemática, de folletos sobre temas variados y de los dos libros: Reinventar a Venezuela. Una Estrategia para el Siglo XXI basada en el Desarrollo Personal, Editorial Galac, 1992; Socialismo en un paradigma liberal, Editorial Galac, 1998 (una propuesta para una nueva lectura de la historia de la economía). Durante dos periodos estuvo escribiendo en periódicos venezolanos, explorando (durante 1993-4) "la democracia en la era post-moderna" y (durante 1996) un nuevo modelo para la economía de Ciudad Guayana.
E-mail: gsanto@genaut.com